Una conversación de verdad. Sin los malditos egos como participantes principales (que muchas veces no dejan ni hablar o escuchar), sin cordialidades obligadas, sin coqueterías, sin prevenciones ni miedos. Hablar y equivocarse, dar vueltas, muchas vueltas hasta llegar a algún lado, o a ninguno. Todo con un buen interlocutor que diga las cosas sinceramente sin importar lo que impliquen, pero siempre con las mejores intenciones. Básicamente, quiero hablar con Ana María.
24 sept 2010
20 sept 2010
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